Mientras manejaba, yo no dejaba de mirarle las piernas. No eran largas, no tampoco lo suficientemente estilizadas. Pero aún así, lucían sensuales. Supongo que todo su cuerpo irradiaba esa sensualidad. Desde su tez aceitunada de tono mate, hasta ese pelo azabache que caía en finas hebras sobre sus hombros.