Al otro día, amanecí con Lola.
Mi vecina-amante española había aceptado volver a dormir en casa. Ya no había fantasmas a la vista, ni puertas que se abrieran y cerraran. Mi vida en apariencia era normal.
Antes de que suene el despertador, me levanté tratando de no hacer ruido. Pero pateé sin querer la botella de agua que estaba junto a mi cama, mojando todo lo que suelo dejar en el: el jean, las zapatillas y mi libro.
A veces, debo reconocer que me esfuerzo por ser aún más desordenado de lo que soy. Siento que eso le da un poco rock a mi vida.
Escuché que Lola farfulló algunas palabras sueltas, entre las que sólo pude reconocer claramente “coño” y “madre”. Ya empezábamos a transitar esa parte de la relación en la que los insultos ofensivos, la baba matutina en la almohada y las uñas escarbando entre los dientes, comenzaban a estar permitidos.
Me lavé los dientes y desayuné un vaso de Coca, galletitas Variedad y bananas disecadas. Sí, lo sé: mi desayuno no tiene rock. Para contrarrestarlo, me puse una remera de Metallica, un jean negro, dejé el piso de mi cuarto sin secar, y me fui a comenzar con el caso.
Ya había pautado una reunión con Miguel Vigliatore, el tipo que había renunciado a un seguro de vida de 200.000 dólares sólo para saber el paradero de su padre que lo abandonó a los 6 años. “Qué muchacho íntegro. Qué joven puro. Qué hombre de buen corazón”. Me gustaría decir eso, pero sinceramente no le creo. No tiene lógica. Ese argumento me suena extraño.
-Así que vos sos investigador –dijo con tono de superado en cuanto me presenté
Preferí obviar el comentario y entrar a la casa.
Miguel se presentó como psicoanalista, periodista y cineasta. Pero en verdad, se gana la vida administrando algunos negocios de su madre. Me recibió en una antigua casa de Flores. Un lugar muy grande, un frente colonial… una construcción hermosa, pero bastante humilde en su decoración. Incluso, tirando a vieja. De esas casas en las que todo sigue igual por años, y años, y años.
-La misma casa de mis padres. Acá nací yo… acá me crié con mi vieja… acá nos dejó mi papá cuando se fue.
Me dijo esto mientras me invitaba a pasar por el pasillo hasta el living. Había cuadros de marco antiguo, paredes empapeladas y fotos familiares. En la antesala, una gran escalera de roble llevaba a los cuartos superiores. Debajo de esta, había una biblioteca que iba de pared a pared.
Todo se veía raído, descuidado y sin mantenimiento.
Una casa muy grande para un tipo solo.
-¿Y tu vieja?
-En un geriátrico. Estaba mal físicamente y un poco perdida de la cabeza... ya no podía dejarla sola.
Me senté en un sillón del living. Miré alrededor. Y junto con las pocas pulgas que me acompañan, fui directo al grano:
-¿Fuiste a buscar a tu viejo alguna vez?
Miguel se sorprendió por lo directo de la pregunta. Pero se sentó y se dispuso a colaborar:
-Sí. Hace mucho. Recorrí el pueblo. Pero no encontré nada. Nada de nada. Pero cuando fui, ya habían pasado 20 años.... Algunos dicen que lo vieron. Otros hablaron con él… otros se contradecían… Y nadie se acordaba demasiado.
-¿la policía?
-nada
Hice un silencio, como para saber por dónde empezar a apretarlo.
-Necesito saber más. Qué sentís por tu viejo… qué querés que encuentre… cómo era él… por qué estás tan obsesionado por encontrarlo.
Miguel se levantó y fue hasta la biblioteca. Se paró estratégicamente entre dos libros, y sacó de entre ellos unas hojas carta, dobladas al medio. Me las dio.
-Acá está todo. Es un cuento que escribí cuando volví de Italia. Fue la catársis de mi viaje. Pero no lo leas ahora. Dedicale un tiempo.
Esa misma noche aproveché que mi libro de Ítalo Calvino estaba aún empapado, y me acosté con lo que escribió Miguel.
Prácticamente no pude dormir en toda la noche. Es todo demasiado denso. Demasiado oscuro… demasiado extraño.
Demasiado casual, si quiere.
En el próximo posteo, voy a transcribirlo.
6 comentarios:
Morel, usté confía demasiado en mi control de la ansiedad, eh?
entonces, no es romántico ni pequeño el tanito? buscar tanto al padre mientras la vieja "descansa" en un geriátrico, no se corresponde con la cultura ítalo-argentina, pareciera.
quedo mordiéndome las uñas!
muy bueno, especialmente los detalles. Es una debilidad que tengo por las historias con mucho detalle y usted sabe escribir asi
Espero ansiosa el siguiente post para ya empezar a cerrar ideas! Total sé que no van a servir de nada...jajajaja
Recòrcholis Morel!
Me gusta como ata cabos, ya lo leo mas que atento, sabía que ese libro de Italo Calvino no se habia mojado porque si. Bien Morel... Abrazo
Acabo de enviarte un email por la primera parte. Creo que esta nueva historia amerita un nuevo dia de simulacion laboral y buena lectura.
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